La palabra enterrada en la carne


Romper la costra,
abrir la piel para ver la carne,
lo que hay debajo de mi límite.

Abrirla para explorarme,
para ver cómo aflora la vida con la carne viva,
con el pedazo de piel que (me) mato.

Abrirme.
Abrirme al dolor
como quien cierra los ojos para poder oler los pinos.
Y sentirme.
Sentir la uña inclemente, 
que rompe
rasga
arranca de raíz
mi raíz.
Pero no alcanza a la palabra,
Esa,
La encerrada,
La enterrada,
La que siempre se me escapa.

Y ahora los veo,
veo mis vestigios,
pequeños trocitos de mí,
de un ex-yo que se confunde con el polvo,
un ex-yo que conquista los rincones
de la casa,
del bosque, 
del aire.

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