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Algoritmo y singularidad: la angustia en tiempos del smartphone.

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Por: Juan David López F.   Presentado en la Jornada Local sobre “La angustia” en el Foro lacaniano, sede Medellín.   2023.     Pareciera que la presencia cotidiana del smartphone será inminente de ahora en adelante en la sociedad humana. En tanto objeto novedoso, no ha dejado de ser fuente de distintos estudios y reflexiones desde diversas orillas del saber, tales como la filosofía, la psicología y la sociología. También algunos psicoanalistas se han ocupado del tema, sobre todo teniendo en cuenta las incidencias que trae en las vidas de las personas que atienden desde su dispositivo clínico. Y es que sus efectos no son menores: detrás de la pantalla del smartphone ocurren un sinnúmero de situaciones que se han integrado en la vida de sus usuarios y que marcan trascendentalmente su existencia: las relaciones amorosas, los procesos de duelo, el establecimiento de nuevos lazos o la ruptura de estos, la construcción o disolución de proyectos personales, su estabilidad económica, entre qui

Un sueño interpretado por Inteligencia Artificial

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  Hace unos días, en plena reunión familiar de diciembre, un 'primo político' me preguntó qué tanto sabía sobre los programas actuales de Inteligencia Artificial (IA). Le respondí que muy poco, que solo tenía un par de contactos en Facebook que compartían las pinturas que habían logrado a través de Midjourney con solo poner un par de indicaciones, y lo mucho que me gustaban. También recordé que mi amigo Pablo me contó alguna vez, cerveza en mano, que ya hasta se puede pedir que se escriban ensayos, artículos científicos y que todo esto seguramente (o creo que ya, y están censurando estos programas en los colegios y universidades de Estados Unidos), hará indetectable si tal o cual pintura o escrito, lo hizo un humano o una computadora. Entonces mi primo político me preguntó por Chat GPT, y no tenía idea de nada. Me dijo, venga probémoslo. Dígame una pregunta que quiera responder, y quise probarlo con asuntos complejos. Le pedimos, desde el celular de él, que nos definiera qué es

Historia de ancianato

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Historia de ancianato El amor, el sexo y la muerte son tres campos en los que la humanidad nunca ha sabido muy bien qué hacer. Llevamos quién sabe cu á ntos siglos deambulando entre rituales, c ó digos, leyes y acuerdos, unos implícitos y otros explícitos, que al final no logran apartarnos de una vez por todas de los vidrios contra los que chocamos con la torpe perseverancia de las palomas.   Son c ó digos y reglas que, lo sabemos (y por ende lo tememos), no soportar í an un detenido an á lisis, ni desde la razón, ni mucho menos desde los sentimientos y emociones a los que irremisiblemente nos vemos arrojados cada tanto en nuestra experiencia. Hay algo que no encaja entre lo que empecinadamente se nos exige, y luego nos exigimos a nosotros mismos, y lo que empuja desde nuestros deseos más básicos.  Decir eso, ciertamente, ya a estas alturas de la historia humana, no es ninguna novedad, pero tal vez por eso sigue siendo tan inquietante y sorprendente cuando estos códigos,

Un paciente psiquiátrico en el bosque

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Hace unos días, caminando en la reserva de San Sebastián de la Castellana, me encontré un ecopsicótico. Traté de contener mi emoción y tomarme un tiempo más para el diagnóstico, pero bastaron dos o tres pasos más mientras bajaba por uno de los senderos de tierra rojiza, para identificarlo ya completamente. Así como los biólogos se entusiasman cuando encuentran una nueva especie que nunca habían visto, fenómeno que en el mundo de la pajarología se le da el nombre de "lifer", también yo, como psicólogo, me alegro cuando puedo recolectar una rareza humana inédita en mis registros. Cuando lo vi, recordé esa curiosa conversación que escuché alguna vez, sin quererlo demasiado, entre un par de colegas psicólogos que hablaban con entusiasmo en una cafetería universitaria, porque por fin al consultorio de uno de ellos había llegado un esquizofreniforme y tenía la ilusión de que en poco tiempo derivara en una esquizofrenia ya formalizada completamente: -Hay que darle unos meses

Historia de un parte

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Apenas el miércoles de la semana pasada me presentaron a Crudo Means Raw, un rapero paisa que hace una música que eh ave maría, qué estilito, qué chimbita. Era ya viernes y me faltaba dar una clase en la noche para terminar el día. Iba en el carro escuchando ‘María’ y bailando como si supiera bailar. Ya llegando a San Juan por la 73,  le di tres de volumen a mi parte favorita, ‘Hey má, qué hay pa’ hacer, y qué moral si te dejas ver’ y seguí en mi ruta hacia el estadio. Estaba tratando de darme ánimos. La verdad es que no sé por qué me dio por leer, en plena tarde de viernes, la poesía de Darío Jaramillo Agudelo, Pedro Salinas y otros poetas anónimos y que me dejaron sintiendo los efectos de una gélida melancolía en el pecho. Pero ya había escuchado mucho las canciones de Crudo durante todo el día, así que aprovechando que se había puesto en rojo el semáforo de la canalización antes de llegar al Obelisco, quise cambiar desde mi celular la lista de reproducción de Spotify. Estuve a

Historia de baño

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En los baños de la universidad ocurren cosas raras cada tanto. No era la primera vez que me pasaba, pero estaba aburrido y decidí cambiar mi respuesta. La mujer estaba parada en la puerta del baño, sin decidirse a entrar. Yo estaba lavándome los dientes cuando llegó y tuve que voltearme para mirarla en el momento en el que me preguntó si podía coger algo de papel higiénico, porque en el baño de mujeres se había acabado. Mientras escupía la espuma que tenía en mi boca, ella sacó una tira larga de papel y yo, mirándola con mucha seriedad, le dije con la voz que a uno le sale cuando se está lavando los dientes, que no, que no me parecía, que qué íbamos a hacer los hombres si se nos acababa el papel de nuestro baño. Ella se quedó desconcertada, sonriendo como si yo estuviera molestándola, pero la verdad es que mi cara no daba muestras de que lo estuviera haciendo. Se quedó quieta unos segundos; no sabía qué hacer con ese pedazo de papel higiénico en la mano, si devolverlo (ya no se p

Un cigarrillo con Lluvia

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Está de madrugada. Son las 4:30 de la mañana y Lluvia, mi gata, acaba de subirse a mi cama oliendo fuertemente a ceniza de cigarrillo. No pude volver a dormirme porque me quedé pensando desde hace cuánto le dio por fumar a escondidas nuestras y qué la habría llevado, por fin, a tomar el buen vicio del fumar. Me quedo mirándola, entre el sueño, el reproche cómplice y la curiosidad. Ella me mira de la misma forma, pero en versión gato. Nos quedamos así, estáticos y entonces mi sueño se disipa completamente. Ya no puedo dejar de pensar en qué piensa Lluvia cuando fuma a escondidas nuestras y si le gusta más fumar con la pata izquierda o con la derecha, si sabe dónde se deben echar las cenizas, si se entretiene como yo viendo el humo lento trepando por los hilos de luz que arroja el bombillo del balcón, si prefiere hacerlo sola o con Bobby, mi otro gato. El buen fumador, no el que consume 15, 20 o 25 cigarrillos diarios, sino aquel que tal vez queda satisfecho con uno o dos bien fum