Experiencias de Análisis II
II
El paso al diván: “Pase aquí y hable sobre eso”
6 am. Jueves. Segundo semestre del año 2010. Hace frío
y el día apenas comienza. Muchos le temen pero yo adoro su clase. La profesora
comienza: “¿A quién le toca hoy?”. Otro para el área de fusilamiento: hoy había
que traer una relatoría sobre algún texto de Freud que había sido rifado en el
mejor de los casos cuando no impuesto vilmente. La clase transcurre, las balas
en forma de comentarios pasan cerca de mi compañero, alguna que otra lo destroza,
da en el blanco, muestra las falencias del escrito. La nota no será buena. I’m
sorry baby. Pablablabras van, pablablabras vienen, las pestañas superiores se
resisten a la deliciosa tentación de encontrase con las del piso inferior de
mis ojos, y así, como si nada, como quien no quiere la cosa, esta profesora
dice: “El análisis va al ritmo del paciente”. Son pequeñas frases que cambian
la vida, sin saberlo, claro, porque nunca sabremos a ciencia cierta qué
producen nuestras pablablabras en los otros.
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Uno sabe que tiene sus guardados, que hay ciertos
temitas incómodos de los que preferimos no hablar, ni siquiera en el lugar al
que vamos y pagamos precisamente para eso. Lo más charro es ver uno cómo se las
ingenia para restarle valor a ese tipo de temas o eventos del pasado; uno llega
a decir que qué bobada, que uno pa’ qué va a hablar sobre eso si ya pasó, si de
alguna manera lo ha pensado tanto que dejó de significar lo que antes, y en
fin…Cuando se trata de engañarnos somos unos maestros. El caso es pues que esta
señora dijo esa frase en clase y a mí se me activó el botoncito del coraje, el
de la valentía, el que se me avería cuando veo una mariposa negra o a un
indigente (pues sí, es así) pero que es capaz de hacer girar los ojos pa’
dentro y mirar el mariposerío e indigenterío que llevo por dentro; y me dije:
“si quiero que mi análisis progrese, tengo que hablar sobre eso”
Yo llevaba por esos tiempos tres años en análisis.
Repito, tres. Tres años de haber menospreciado un evento en particular sobre el
cual no voy a dar demasiados detalles, por supuesto, pero que está íntimamente
relacionado con ese tema en el que todos “balbuceamos”, patinamos, nos
avergonzamos, y que es el sexo. Tres años de “Agh, verdad que hoy iba a hablar
sobre eso, se me olvidó; bueno, no, en la próxima.” Bien, acabo de hacer una
generalización que no me atrevo a borrar, aunque sé que hay una gran cantidad
de gente que anda por ahí por la vida hablando de este tema, del sexo, sin
ninguna preocupación, sin ningún tapujo, como si eso no representara ningún
problema para ellos. Me parece muy sospechoso, pero como es bien difícil
determinarlo, especifico entonces que lo sexual es un tema que cuando se está
inserto en un dispositivo analítico causa las manifestaciones ya mencionadas. O
bueno pues, está bien: a mí.
Cuando llegué a mi cita de análisis, el mismo día de
la clase, empecé por repetir la frase de la profesora. Sentía cómo se me iba
subiendo la sangre a la cara, un calor impresionante, y los ojos mirando hacia
cualquier parte para no encontrarse con los de mi analista, que sentada en su
silla miraba semejante circo. Digo circo porque debe ser hasta divertido uno
ver a un pelao en semejante encarte pa decir algo, o por lo menos a mí me doy
risa. Y bien, así sin más, solté la bomba. En esos momentos me llamé Vergüenza.
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Como ya comenté algo sobre el fin de análisis en otra
ocasión, espero que sea comprensible que habiendo abierto esa puerta a la que
yo le había echado seguro y doble llave, la sesión debía terminar ahí: si se
abre el paciente se cierra la sesión ¿para qué? para que siga abierto. C’est
simple. Ya habiendo cogido el toro por los cuernos no lo pensaba soltar, me
rebelé contra esa fuerte tendencia del humano por no querer saber nada de sí
mismo, y en la próxima sesión volví a hablar del tema.
Entre todo ese reguero de ideas que desparramé en el
suelo del consultorio, el género de mi analista quedó por ahí enredado, es
decir, el hecho de que fuera mujer había impedido una fácil transmisión del
mensaje bomba. Le dije “me da mucha pena hablar de esto” y TUN, la frase: “Pase
aquí y hable sobre eso”. Yo me quedé mirándola, a los ojos esta vez, antes le
había dicho que yo quería saber qué se sentía acostarse ahí y ahora ya no
quería, ella me había preguntado que qué significaba para mí el diván y yo le
dije “Progreso”, demás que se quedó callada, pero ahora, meses después, quería
quedarme pegado de esa silla, en la seguridad de un espacio conocido, me tildé,
me dijo, “Adelante”, y cada paso tomó una hora en mi tiempo lógico, hasta que
por fin me acosté del todo…no cabía, tuve que recoger las piernas; son de
zancudo, me dijeron una vez.
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Pasó otra semana. Un nuevo análisis
-¿Dónde me hago?
-¿Dónde cree usted?
-Aquí, en la silla- y me dispuse a sentarme.
-[Mirada de analista seria (Es de temer)] ESTO NO ES
UN JUEGO JUAN DAVID
Me resigné al diván. Mi análisis propiamente dicho había
comenzado.
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