Alienaciones Literarias
Vos sabés, uno lee Rayuela y no
vuelve a ser el mismo. Todo lo empezás a escribir con Vos…escribir con vos, ¿te
das cuenta? Cuando decimos “Ayer te escribí”, ¿ves la potencia de la frase? Te
escribí. Después de que leés Rashuela las Ye sha no son tan fuertes y se nos
escurren entre los labios, cambiamoj laj eses por la j o definitivamente las
desaparecemos; y todo es un nuevo ritmo, el ritmo de vivir al borde de la
circunjtancia, en el jueguito sutil de la tierra y el cielo. La leemoj y a
partir de ahí sha leemoj máj rápido y entonce’ queremo’ ser Horacio y la Maga,
y sho no sé Rocamadour, no sé cómo quitarno’ la ropa, desnudarno’, quitarnos
los nudos, desanudarnos, quitarnos el olor a Cortázar, que no’ shegó tan
profundo, Rocamadour. Y es que nos empapa enteros: de un momento a otro te
volvés un poquito má’ brishante, se te ocurren frase’ que bien podrían ser
dicha’ por Horacio, en una conversación dejpué’ de hacer el amor con vos, Maga.
Hacer el amor. Voj me dirías: ¿Te das cuenta, Horacio, de cuánta vida hay en
esa ejpresión? Hacemos el amor porque nos amamos, pero hacemos el amor porque
cada vez que lo hacemos nos amamos más, hicimos nuestro amor. Y sho con eso
quedaría un poco fajtidiado, empegotado y te diría algo así como “Vos sos de
las que ve una estresha con la alegría ingenua del que no sabe que hace unos
días ha estashado en mil pedazos”.
Y si no nos basta, ya bastante
alienados, por las voces potentes de los encuentros ocasionales con Cortázar,
llega nuestro muy querido Saramago, intrépido, mordaz, astuto, que nos lleva en
una cadencia nueva, la de las frases largas y llenas de comas, que nos llevan
páginas y páginas enteras y todavía no nos hemos dado cuenta que es la misma
frase, que venimos en el mismo párrafo desde la página 36 y ya estamos en la
40, pero seguimos como si nada, no vaya a ser que ahora, por cuestiones
plenamente burocráticas de quienes ostentan el poder de la lengua, que dicen,
proclaman y reniegan por las nuevas formas de sintaxis que nosotros, con tan
pocos recursos, apenas si sabemos utilizar, nos digan, Quién es usted, por qué
escribe así, Sólo intento ser genuino, Pues lo hace mal, cíñase a las reglas,
para qué las hicimos, Pero es que, No importa, tantas reuniones de los más
altos académicos para que usted venga a decirme que puede poner una mayúscula
en donde se le dé la gana y que una coma es un guion, no señor, y Saramago lo
miraría a los ojos y sonreiría después de poner otra coma y explicar, Pues no
me importa.
Y si un día somos poesía y
empezamos a oír las voces, los gritos, las desgarraduras de los dueños del
silencio, sabremos que Pizarnik reposa muy cerca de nosotros, jugando con las
palabras en el jardín lleno de niñas azules y moradas, untándonos con ásperas
caricias una melancolía que a veces nos petrifica, nos vuelve polvo. Espejos,
hojas muertas, laberintos del lenguaje y de la vida misma, cuando Alejandra
ocupa nuestra voz somos brasa ardiente a punto de estallar en alaridos de
dolor, dolor del alma, dolor por tener que pasar una y otra y otra vez por el
espejo para terminar siempre ante el mismo agujero negro que no nos dice nada
sobre quiénes somos.
Tantas vueltas, tantos ires y
venires entre tantas voces, tanto alienar la voz propia y ceder a la cadencia
deliciosa pero peligrosa de quienes ya encontraron su propia voz. A golpes, a
pequeñas advertencias, no renunciar, escribílo en alguna parte, a la voz que
intermitentemente suena en cada uno: voz única, voz propia, voz a la que hay
escuchar, aun cuando todavía no tenga nada por decir.
Septiembre
28
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